Raquel. Madre de 42 años. Una mujer luchadora, apasionada, cariñosa, inteligente... y ahora muerta.
¿Quién la mató? Su hija.
Pero no está muerta literalmente, no; está muerta por dentro. Porque tuvieron que despachar a su hija, aunque dicho así suene a película de mafia, porque era mala. No hablamos de ser mala por no comer verduras, no recoger su habitación, no hacer los deberes... no; hablamos de maldad pura. No sabemos porqué, pero la hija de Raquel, de solo 8 años, era tan malévola como una persona adulta. Nunca tuvo ese halo de inocencia que tienen la mayoría de los niños pequeños. Inspiraba inquietud, desconfianza, amargura...
Inteligente, siempre fue muy inteligente. Incluso su madre la llevó a hacer unas pruebas en las cuales los resultados salieron mejor que buenos. Estaba por encima de su nivel. Prometía mucho.
Raquel pensaba que cambiaría. Pero la gente no cambia, y menos si te sientes muy bien contigo mismo. Ni Raquel, ni su psicólogo, ni el médico, ni los profesores sabían el por qué de su comportamiento. Insultos, arañazos, escupitajos a la cara, patadas, malhumor, antisocial al 100%, conveniencia, manipulación... la llevaron incluso a un cura, quien lo único que hizo fue recibir una gran patada en sus partes intimas.
El día en que conocí a la niña, me acerqué a ella con la mejor cara que podía poner, debido al frío, siempre sonriendo. Ella me miró como si fuera una doctora más, que la iba a examinar o una psicóloga que le iba a hacer miles de preguntas. Lo supuse cuando al ir a tocarle sus mofletes rosados, me pegó en la mano. Me la dejó roja. Tenía mucha fuerza. Le dije que iba a ser su canguro, porque su madre empezaba a trabajar; luego pensé que era un modo de escapar de su hija.
Lo que me heló la sangre fue escuchar las palabras que dijo. ¿Cómo una niña de 8 años podía decir eso? No creo que en el colegio le enseñaran a decir esas cosas, no en el colegio al que iba.
De su linda pero venenosa boca salió:
-La puta de mi madre te habrá contratado como mi canguro, pero que sepas que aquí la que manda soy yo. No necesito a nadie. Ni a esa hija de puta ni a ti. Si me jodes, estás muerta. ¿Lo has entendido ricura?
Vale, cada día escuchaba cosas parecidas, la ciudad es peligrosa y más si vas sola y de madrugada. Pero que te diga eso una chiquilla con toda la frialdad y normalidad del mundo... simplemente me dejó atónita.
Su madre ya tenía lágrimas en los ojos. Pobre mujer. Ni siquiera dormiría bien, es más, yo no sería capaz de dormir. Creo que siempre lo haría con un arma bajo la almohada. Pero yo no tengo hijos, no puedo saber a ciencia cierta lo que haría.
¿Por qué siendo tan pequeña, tenía una maldad tan grande?
Por eso lo hicimos...
Lo único que, para nosotros, justifica el asesinato de Icía, la hija de Raquel, era que si no la matábamos, ella nos mataría a todos nosotros, lenta y dolorosamente.
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